Por: Ana Teresa Puente

El día que tomé la decisión de cursar una maestría lo hice movida por el deseo de ampliar mis conocimientos y adquirir bases que me permitiesen continuar desempeñándome en la investigación social, área que desde que estaba en el colegio me ha motivado a la acción; además luego de graduarme del pregrado inicié a trabajar como investigadora y como docente para lo cual fue en ese momento fundamental continuar mi formación. En ese momento cargaba con muchos miedos (sentía que no contaba con todas las capacidades para lograrlo) y estaba llena de prejuicios hacia mis colegas y las formas de ver nuestro campo de investigación.

Con bastante esfuerzo logré completar mis cursos cada semestre, estuve constantemente entre la frustración por sentirme inferior al reto (a las expectativas) y la satisfacción de haberlo logrado así sea que llegara de última; en medio de los temores descubría que más que ser incapaz, lo que necesitaba era intentarlo (como la famosa frase “hazlo y si tienes miedo hazlo con miedo) y a medida que lo intentaba me fui reencontrando con los propósitos que me llevaron a estudiar mi carrera y fui descubriendo cómo mis aprendizajes estaban al servicio del lo que siempre me ha apasionado, el trabajo en proyectos sociales.

Cuando se acercó el momento de iniciar mi primera propuesta de trabajo de grado, aunque sentí nervios fue un paso entre comillas sencillo, porque ya venía trabajando en un proyecto que me permitieron presentar; sin embargo ese proyecto cerró (y con eso la oportunidad laboral que tenía como investigadora), y fue necesario elaborar una nueva propuesta, pero me sentía incapaz de hacerlo nuevamente, sentía que no cumplía con el perfil, con los requisitos, con la formación para lograrlo y la frustración nuevamente llegó a mí, de tal forma que abandoné por más de un año ese proyecto que dejé en pausa.

Después de conversarlo con familiares y amistades me vi motivada nuevamente a culminar ese proyecto que un día inicié, que más allá de cualquier cartón y reconocimiento tenía que ver con mi vocación a servir y las ganas de seguir formándome para hacerlo mejor. Ya estaba en un nuevo momento de mi vida, me encontraba trabajando en temas de equidad de género, por lo que hice y presenté una propuesta que no cumplió las expectativas y la respuesta fue un contundente “eso no da para nivel de maestría” y nuevamente me llené de frustración abandonando el proceso por un año más.

Luego de iniciar terapia (esa es otra historia larga), me dije que quería cerrar el capítulo, sentir que era capaz de hacerlo, asumirme como la mujer adulta que soy y alejarme de los prejuicios hacia mi y del miedo al juicio, por lo que nuevamente presenté una propuesta que fue aceptada y con la cual me sentía totalmente a gusto, pues con el apoyo de un docente nuevo del departamento logré encontrar match entre dos temas de gran interés para mi: la investigación en temas de pobreza y la equidad de género.

Pese a eso creo que ya no se cuantas veces lo he intentado, iniciaba muchas veces sin finalizar, por lo que llegué a pensar que tal vez graduarme como magister no es algo para mi, las presiones alrededor y las preguntas repetitivas: ¿y la tesis pa’ cuándo?  ¿y la tesis cómo va? Retumbaban una y otra vez en mi cabeza (la gente a veces no se imagina lo que una simple pregunta como esa logra en alguien que está lleno de miedos y dudas), lo cual me hacía sentir peor.

Fue necesario trabajar en el merecimiento, sanar heridas en distintas dimensiones de mi vida, fortalecer mi amor propio y liberarme de prejuicios, para darme cuenta que realmente todo este tiempo me había estado autosabotenado y que las presiones de alrededor, era lo primero que debía quitar de mi cabeza, decidí soltar la culpa, pero también el miedo al fracaso y al qué dirán (además quién dijo qué tenía que ser perfecta? Perfecta para quién? Ya no me creo ese cuento de la super poderosa, soy la mujer que quiero ser, con todo lo que hay en mi, mi luz y mi oscuridad.

Este año me dije a mi misma que sería el año de salir de deudas, no sólo financieras, sino las deudas conmigo, nuevamente he emprendido el camino, pero sin presiones y con la convicción de que como dice la chikibombon: puedo, me lo merezco y tengo la personalidad jajajaja. Se que puedo, en mi tiempo, a mi forma y desde que tomé esa decisión la ayuda y orientación que necesito no ha dejado de estar ahí, ¿Qué me mueve a hacerlo? Que ya me siento lista, y las ganas de caminar en coherencia conmigo misma.

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